domingo, 10 de junio de 2018

CULTURA CUERDISTA (I) ¿ESTIGMA?


Las personas con experiencias de sufrimiento psicosocial, y que por ello padecemos diagnósticos psiquiátricos, hemos de soportar como añadido que en nuestra propia sociedad se nos represente en base a ideas e imágenes estereotipadas, muy dañinas, que nuestra cultura ha construido a partir de generalizaciones absurdas, y que se han arrojado sobre nosotrss en forma de prejuicios y maltrato durante siglos de ignorancia y opresión. Todss hemos oído hablar del “estigma”, y seguramente lo utilizamos sin pararnos a reflexionar sobre su sentido. Tampoco sobre su dirección: quién lo usa, para qué, a qué conduce...  

EL ESTIGMA ORIGINAL
Erving Goffman llamó “estigma” al proceso que "estropea tu identidad normal" a través de la reacción de los demás. Quien estigmatiza asume una percepción o atribución de qué se considera correcto frente a lo que se ve como incorrecto, censurable o criminalizable en base a ello. Erving Goffman reconoce tres formas genéricas de estigma: "deformaciones físicas, defectos del carácter y los relacionados con raza, nación o religión". En una gran variedad de contextos sociopolíticos, en muchas partes del mundo, todas las personas que formen parte de cualquiera de estas categorías entran dentro de lo que se considera estigma social. Esto hace que el término estigma sea impreciso y poco claro, pues vale tanto para el sufrimiento psicosocial como para las diversidades sexual o funcional, la identidad de género, la obesidad, el ser considerado hijo ilegítimo, formar parte de una etnia determinada o vivir en un entorno con índices de criminalidad elevados, entre otras.

Por otro lado, aunque existan o hayan existido elementos concretos que han sido utilizados para discriminar a mujeres o a minorías, a los que podemos llamar estigmas (la menstruación, el embarazo, la nacionalidad, la pobreza...), no tiene mucho sentido hablar del "estigma" de ser mujer, negro o gitano. Es machismo y es racismo. Los fragmentos no invalidan los conceptos globales, los hechos culturales, sino que los constituyen y pueden servir como combustible. Del mismo modo en nuestro contexto, desde mi punto de vista, este término puede utilizarse para identificar los numerosos estigmas diferenciados que padecemos en base a la propia amplitud del concepto de locura o desequilibrio mental, con los añadidos de todo lo percibido por unss y por otrss como trastorno humano que, por inercia, se arroja sobre nosotrss: peligrosidad, impredecibilidad, inteligencia inferior, etc...; pero la utilización que se viene haciendo en salud mental, de modo global, del propio término “estigma” no sólo ha perdido mucho de su sentido, sino que ni siquiera es adecuado para nombrar la situación de opresión que vivimos lss diagnosticadss, pues su significado no sirve para reflejar la falta de derechos y libertad que padecemos.
Entre el colectivo de supervivientes de la psiquiatría (en Estados Unidos sobre todo) se vienen utilizando desde hace años distintos términos, como "sanism" o "mentalism", referidos sobre todo al maltrato en los servicios psiquiátricos o asistenciales, por parte del sistema y sus profesionales. Hace unos años traduje el segundo como "mentismo", y algunss lo utilizamos durante un tiempo. El mentismo sería similar al sexismo, que alude al motivo de diferencia. Tiene un significado más bien neutro, frente al que venimos utilizando en los últimos años: “cuerdismo”, que como equivalente de machismo, enfatiza la pretensión de superioridad del grupo discriminador, en base a esa diferencia. Los conceptos de cuerdismo y machismo ponen el acento y el foco sobre la discriminación y el discriminador, en lugar de señalar (y manchar) características de las personas o del colectivo discriminados, como sucede en nuestro caso con el "estigma", que suele hacer referencia a esos estereotipos, si acaso a prejuicios, pero no suele ahondar en esa raíz coercitiva y de violencia simbólica hacia el puebLoco, que en demasiadas ocasiones deriva en violencia real (física, química, eléctrica...) y genera una sensación continua de agresión, discriminación e incertidumbre que, de hecho, llega a condicionar por completo las vidas de quienes lo padecemos.

En diversidad mental el término estigma, al focalizarse sobre la persona que lo padece en lugar de identificarlo en la mirada del cuerdista, evita e impide reconocer el problema en su origen: las propias ideas, creencias y comportamientos cuerdistas, no nuestras vidas. Al ver e identificar a la víctima como defectuosa, errónea e incluso culpable por el hecho de vivir o haber vivido experiencias de sufrimiento psicosocial, sitúa los estereotipos asociados a los diagnósticos psiquiátricos en el lugar central que debe destinarse a denunciar la vulneración de nuestros derechos.


LA LUCHA CONTRA "EL" ESTIGMA COMO PROBLEMA
Una de las consecuencias más indeseables que se da a menudo al enarbolar la lucha contra el estigma es que, más allá de la reclamación de derechos o de la búsqueda de comprensión, se convierte en una solicitud de integración que lleva aparejada una mezcla de explicación y disculpa por la supuesta deficiencia o enfermedad, y acaba transformada en petición sumisa de aceptación, muy lejos de la exigencia de libertad. Esto ocurre prácticamente siempre que pretenden hacerlo por nosotrss, sin nosotrss, instituciones, organizaciones de profesionales o familiares, recientemente ya incluso en alianza con la industria farmamentística que, para conseguir beneficios, agrava los estigmas presumiendo de lo contrario. La misma lucha contra el estigma se ha hecho cuerdista, avalada por quienes suplantan nuestras voces y usurpan nuestra representación. En su forma pervertida actual, hablar de estigma acaba siendo contraproducente para hacer ver las problemáticas de nuestro colectivo, y no resulta útil para abordar de modo específico las discriminaciones y abusos que padecemos, mucho menos para enfrentarse a ellos o buscar respuestas adecuadas. En su lugar, la denuncia del cuerdismo va acompañada de modo natural por la reivindicación y la exigencia de derechos e igualdad, pues con solo comprender el término cualquiera puede hacerse consciente intuitivamente del concepto, del engendro a erradicar. Engendro cultural, suyo, exterior a nosotrss, no ninguna marca o mancha que haya en nosotrss, diagnósticos incluidos.


CUERDISMO CULTURAL
Hablamos de cuerdismo para referimos a ese hecho cultural nacido y crecido en el seno de nuestra sociedad o civilización, desarrollado durante siglos a través de un conjunto complejo de elementos variados, que ha dado lugar a un sistema determinado y concreto, analizable, con formas de expresión específicas. Al ser parte de nuestra cultura, el cuerdismo conlleva efectos globales en las vidas de las personas que lo padecemos y en el conjunto de nuestro colectivo, con una serie de factores y consecuencias muy concretos, tanto en la salud individual y en las relaciones personales de cada un de nosotrss, como en nuestra imagen pública conjunta, en el respeto de nuestra libertad y de nuestra igualdad o en nuestros derechos sociales y políticos, incluida la vulneración de algunos fundamentales. Creo importante, en todo caso, ser conscientes de que, como miembros de nuestra cultura cuerdista, esta es compartida por todss, incluidas locas y locos, enfermss mentales, personas con enfermedad mental, chalados, chifladas, desquiciados... (en otra ocasión explicaré la fórmula de la Ley de Cuerdización Universal). De ahí el insidioso autoestigma, que nos muerde por dentro desde que somos tachadss como enfermss mentales, y de ahí que también nosotrss, cuerdista mente, arrojemos en ocasiones uno u otro estigma sobre uno u otra compañere. Mientras nos revisamos y aprendemos, como el resto de la gente.

El cuerdismo, en esencia, es ignorancia, y todss somos ignorantes respecto a las vidas del resto de personas. Por supuesto, tanto el término estigma como todo el análisis de Goffman siguen siendo fundamentales para esclarecer las agresiones que recibimos y evitar sus consecuencias, incluido el autoestigma. Hay ignorancia individual de cada persona respecto al cuerdismo, la hay respecto al sufrimiento psicosocial, ajeno y también propio. Y hay ignorancia colectiva, que constituye y realimenta la cultura cuerdista compartida por la sociedad en que vivimos. Unas y otras ignorancias serán exploradas aquí próxima mente.

Presiento que este es el principio de una soflama colosal...

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lunes, 21 de mayo de 2018

DÍA DEL ORGULLO LOCO EN ASTURIAS II



MANIFIESTO
AVILÉS, 20 de mayo de 2018
Estamos aquí para celebrar la diversidad mental y el orgullo loco. El mad pride, según su nombre original en inglés, es un movimiento internacional que se inició hace 25 años en Canadá. Desde entonces no ha dejado de extenderse a un gran número de países en todo el mundo. En España, hasta ahora, solo en Asturias desde el año 2010, habíamos venido celebrando el Orgullo Loco. Esta es la primera vez que se organiza de modo coordinado a nivel estatal. Con el lema común: 'El orgullo lo cura” festejamos juntss la locura, llevando a cabo marchas, concentraciones o fiestas, que incluyen charlas, cineforum, teatro callejero, música, baile, disfraces...

Los objetivos fundamentales del Orgullo Loco son la participación del colectivo de personas con diversidad mental, y promover nuestra visibilidad más allá del cuerdismo y de sus estigmas. El cuerdismo son todas aquellas actitudes y comportamientos que, a semejanza del machismo o racismo, estereotipan, prejuzgan y discriminan a las personas diagnosticadas por la psiquiatría o tachadas como ‘locas’, desde una perspectiva de superioridad ‘cuerda’. Cuerdismo es un término que hemos empezado a utilizar hace muy poco, para referirnos a algo que hasta ahora no tenía nombre No tenía un nombre propio, nuestro, porque como pasa con tantas cosas de las locas y los locos, todo el lenguaje que se utiliza para referirse a nosotros y a nuestras experiencias es ajeno, incluso el que se refiere a aquello que sólo nosotros conocemos, como las vivencias de locura, depresión o ansiedad. Son otros quienes les dan nombre, las convierten en diagnósticos, en enfermedades, y así se las apropian, las hacen asuntos de su incumbencia y ya no de la nuestra, dejándonos al margen de las decisiones sobre nuestras propias vidas.
El cuerdismo está en la mirada que arroja sobre nosotros sus ignorancias. La cultura cuerdista en la que vivimos nos hace a todss cuerdistas, incluidss nosotrss, por eso es la base de tantísimas vulneraciones de derechos, incluso de algunos fundamentales, que se siguen produciendo hacia las personas con diversidad mental.
Por ejemplo, se siguen produciendo internamientos involuntarios, detenciones que van en contra del derecho fundamental a la libertad consagrado en la Constitución Española, a pesar de haber sido declarado inconstitucional el artículo de la ley que los permitía. Ante ellos nos debería proteger también la Convención de derechos de personas con discapacidad de la ONU, que insta a los Estados a asegurar que “la existencia de una discapacidad no justifique en ningún caso una privación de la libertad”.
Más grave aún es el uso habitual en las unidades de ingreso psiquiátrico de las llamadas contenciones mecánicas, que en realidad consisten en amarrar a la gente a la cama. Estas no sólo atentan contra el derecho a la libertad, contra la Constitución y la Convención de la ONU, sino que constituyen de modo flagrante actos de tortura, normalizados en los servicios de salud mental hasta el punto de que una de cada cinco asturianas o asturianos que ingresa en ellas se ve sometida a estas formas de trato manicomiales, rechazadas tanto por la OMS como por la ONU.

Desgraciadamente estas formas de maltrato asistencial son reflejo de un modelo de atención que hoy es casi únicamente de contención. Contención mecánica, farmacológica y simbólica que domina también la atención ambulatoria a la salud mental, como consecuencia de una brecha presupuestaria abismal frente a otros sectores de la medicina. Una diferencia determinante reconocida hace ya años por los ministros de salud de la Union Europea.
Todo esto es solo la punta del iceberg. Nuestros derechos se ven vulnerados en casi todos los ámbitos de nuestras vidas: laboral, educativo, vivienda, en las relaciones con nuestros vecinos y a veces con nuestras familias, con los propios profesionales de la salud mental...
Desde nuestro orgullo loco afirmamos que sólo somos enfermss en un sistema entregado al reduccionismo biologicista, al pensamiento casi único que impera en las políticas y en los servicios de salud mental, condicionados por el poder inmenso de la propaganda y de la influencia de uno de los negocios más poderosos que existen a nivel mundial, el de las drogas legales. La propia industria farmamentística reconoce en sus presupuestos que invierte sumas ingentes de dinero en márketing y publicidad, superiores ya a las que dedica a investigación. Su verdadera inversión alimenta a los lobis políticos que deciden las estrategias de las instituciones españolas y europeas, orientan la formación de los profesionales y condicionan los contenidos de los medios de comunicación. Así nos acabamos creyendo que la atención a la salud mental va solo de contener síntomas, aunque con ello se contenga a las personas, se las anule y se evite o impida el planteamiento de soluciones a nuestros auténticos problemas.
Creemos que es necesario volver a pensar la salud mental desde el principio: la atención a nuestras vidas debe tener como base fundamental el conocimiento y aplicación de los derechos de las personas; el trato con humanidad, dignidad y respeto debe estar por delante del tratamiento. Y los tratamientos, en lugar de buscar contener, deben ir encaminados a canalizar; en lugar de provocar la dependencia, como actualmente, deben promover la autonomía. Consideramos que existen ya actualmente una multitud de vías mucho más favorables para ello, como el apoyo mutuo entre pares, el fomento de la participación y la expresión propia, la prescripción social o recomendación de activos en la comunidad...
El movimiento del Orgullo Loco, a semejanza del Orgullo Gay, considera que sentirse orgulloso de la condición de loco o loca, más que terapéutico, puede ser liberador. Para conseguir que la locura sea respetada, es imprescindible abordarla desde su consideración como diversidad, y defender nuestro derecho a ser quienes somos, y como somos. Nos reapropiamos del término locura y nos identificamos como locos y locas para enfrentarnos a la injuria, para contrarrestar su carga peyorativa y combatir la aceptación irreflexiva de ese cuerdismo generalizado que deforma nuestra imagen y nuestra realidad. Que nos limita y nos excluye de nuestra sociedad. Y salimos del armario, bajamos del desván, subimos del sótano y paseamos juntos la calle para reclamar atención social, sanitaria, mediática, política y sobre todo de la comunidad en la que vivimos, de la que queremos y debemos formar parte. De los vecinos con quienes compartimos nuestras vidas. Salimos a la calle para ser vistos, pero también para mirarnos unos a otros y reconocernos, para reunir fuerzas entre todos y trabajar juntos en la transformación de nuestras vidas.

Hasta el día de hoy, 20 de mayo, día del orgullo loco, han venido hablando otros por nosotrss, sin nosotrss: profesionales y técnicos, familiares, políticos, periodistas... Podemos agradecer a quienes han creído hacerlo por nuestro bien; pero es hora de que se escuchen nuestras voces, y que se atienda a nuestros puntos de vista. Visibilizarnos es importante; ser escuchados, imprescindible para recuperar la posibilidad de disfrutar de vidas satisfactorias y alcanzar el reconocimiento de nuestros derechos en igualdad. Los protagonistas de nuestras vidas debemos ser nosotres. Somos locos y locas, pero sabemos lo que queremos: 

NADA SOBRE NOSOTRES SIN NOSOTRES

EL ORGULLO LO CURA





DÍA DEL ORGULLO LOCO EN ASTURIAS I



     OVIEDO REIVINDICATIVO
      Texto leído ante la Capilla de La Cadellada. Sábado 19 de mayo de 2018


En esta celebración del Orgullo Loco, que por primera vez se va a llevar a cabo de modo coordinado en toda España, hemos creído necesario empezar acordándonos de quienes ya no están con nosotrss, y de quienes, por distintos motivos, no han podido venir.

En España somos más de un millón las personas diagnosticadas por la psiquiatría. Personas con diversidad mental, con experiencias de sufrimiento psicosocial, también con experiencias extraordinarias que los normalinos ni se imaginan; y sin embargo nuestro colectivo apenas empieza a tener presencia social, y aún menos en la calle. Hablan por nosotrss, sin nosotrss, profesionales de la salud mental desde sus conocimientos parciales y externos, familiares que se ven superados por la situación que viven, periodistas con miradas perturbadas sobre nosotrss, políticss que nos desconocen y nos ignoran…

Hoy hemos venido aquí, a lo que queda del antiguo Manicomio, del Hospital Psiquiátrico de la Cadellada, para acordarnos de todas aquellas personas que en él sufrieron el encierro, muchas de ellas de por vida, apartadas de la sociedad, incomprendidas y olvidadas. Venimos también a recordar a lss buenss profesionales que hubo en él, representadss en las víctimas de la matanza de trabajadorss del Psiquiátrico que se produjo durante la Guerra Civil española; y a agradecer asimismo a quienes participaron en el cierre del Manicomio. 

También queremos expresar nuestro reconocimiento hacia lss muchss buenss profesionales que sigue habiendo en la sanidad pública, a la vez que repudiar a aquellss de quienes nos consta no lo son. En la salud mental, el primer requisito laboral debería ser el trato humano, el conocimiento y respeto de nuestros derechos. Unas pocas manzanas podridas convierten demasiadas veces la atención a la salud mental en mera contención, hasta en represión y maltrato. 

Somos conscientes, no obstante, de que esto es posible sólo porque el sistema de atención a la salud mental en España sigue anclado en la mentalidad manicomial; sometido al secretismo y a los abusos de la industria farmamentística y el biologicismo, en los que se despilfarran hoy los recursos que serán necesarios para el auténtico modelo de atención comunitaria e integral, que hará posible ese respeto a los derechos fundamentales de las personas.

Honramos muy especialmente a las personas que han perdido la vida por la omisión de auxilio de una sociedad que ignora el sufrimiento psicosocial. Esa falta de atención lleva cada año a un millón de personas en el mundo a ejecutarse a sí mismas. En nuestro propio entorno más cercano, el suicidio nos quita demasiado a menudo compañeros y compañeras muy queridss. Con todo nuestro sentimiento, hoy nos acordamos muy especialmente de ellss y de quienes murieron prematuramente a causa de los efectos secundarios de los tratamientos y de la desatención.

Están además en nuestro pensamiento y en nuestra acción los compañeros y compañeras que, como aquí enfrente en la unidad de agudos del HUCA, y en tantas unidades de ingreso psiquiátrico de Asturias y de toda España, están privados de libertad por razón de su sufrimiento. Sobre todo queremos llamar la atención sobre el trato abusivo y violento que se produce en todas ellas mediante las llamadas contenciones mecánicas, que fuera de la jerga significa atar a la gente a la cama. Recordamos especialmente a Andreas, la joven que hace un año murió a unos metros de aquí, en soledad, sometida a esa tortura.

Nos acompañan también en espíritu todss cuantss se sienten aisladss a causa de su diagnóstico o su sufrimiento, de quienes no se sienten con ganas o ánimos, de quienes no se ven capaces o no creen que haya nada que hacer, engañadss por un sistema de desatención que necesita que seamos “buenss enfermss mentales” para encajar en sus servicios de salud mental y así poder tratarnos.

Originalmente, nuestra intención era visitar el interior de este edificio para honrar a los internos del Hospital Psiquiátrico, algunos de los cuales fueron retratados por el pintor Paulino Vicente en el mural de la Última Cena que preside el altar principal de esta iglesia. Desgraciadamente, a esta solicitud se ha respondido que, por razones de seguridad, no es recomendable el acceso al interior, puesto que tanto el eficicio como el mural están pendientes de una restauración. 

Uno y otro, continente y contenido, se revelan así como metáfora y fiel reflejo de lo que acontece con la atención hacia la salud mental y con nuestras vidas: después de más de 30 años esperando por una restauración, siguen sin estar entre las prioridades, nadie tiene claro qué hacer y, según parece, tampoco a quiénes corresponde tomar las decisiones y asumir la responsabilidad.

Desde la organización del Día del Orgullo Loco en Asturias consideramos que esta Capilla de la Cadellada, una vez encauzada su restauración, sería el lugar perfecto para honrar al pintor Paulino Vicente, cuya obra ayudó a dignificar la imagen de nuestro colectivo; y para establecer en ella, encauzada también la salud mental, un Museo del Holocausto Loco que muestre las atrocidades que, a causa del cuerdismo, entre todss hemos provocado a lo largo de la Historia, en todo el mundo. Aún hoy día, aquí mismo como en todas partes.

Mañana se celebra en toda España el primer Día del Orgullo Loco. Esta vez no seremos muchss, pero el 21 de mayo empezaremos a preparar el Día del Orgullo Loco 2019, en el que participaremos muchss más, para exigir juntos el respeto a nuestros derechos fundamentales, y que nuestras voces, las de las y los protagonistas de la salud mental, tengan el papel que les corresponde a la hora de pensar y decidir sobre todo lo que tiene que ver con nuestras vidas. Ha llegado la hora de que se tomen de una vez en consideracion los puntos de vista de lss mayores expertss en el sufrimiento psicosocial: quienes tenemos esa experiencia, quienes vivimos en ella. 

NADA SOBRE NOSOTRSS SIN NOSOTRSS


A continuación, guardaremos un minuto de silencio por todas nuestras compañeras y compañeros caídss.

EL ORGULLO LO CURA