lunes, 21 de mayo de 2018

DÍA DEL ORGULLO LOCO EN ASTURIAS II



MANIFIESTO
AVILÉS, 20 de mayo de 2018
Estamos aquí para celebrar la diversidad mental y el orgullo loco. El mad pride, según su nombre original en inglés, es un movimiento internacional que se inició hace 25 años en Canadá. Desde entonces no ha dejado de extenderse a un gran número de países en todo el mundo. En España, hasta ahora, solo en Asturias desde el año 2010, habíamos venido celebrando el Orgullo Loco. Esta es la primera vez que se organiza de modo coordinado a nivel estatal. Con el lema común: 'El orgullo lo cura” festejamos juntss la locura, llevando a cabo marchas, concentraciones o fiestas, que incluyen charlas, cineforum, teatro callejero, música, baile, disfraces...

Los objetivos fundamentales del Orgullo Loco son la participación del colectivo de personas con diversidad mental, y promover nuestra visibilidad más allá del cuerdismo y de sus estigmas. El cuerdismo son todas aquellas actitudes y comportamientos que, a semejanza del machismo o racismo, estereotipan, prejuzgan y discriminan a las personas diagnosticadas por la psiquiatría o tachadas como ‘locas’, desde una perspectiva de superioridad ‘cuerda’. Cuerdismo es un término que hemos empezado a utilizar hace muy poco, para referirnos a algo que hasta ahora no tenía nombre No tenía un nombre propio, nuestro, porque como pasa con tantas cosas de las locas y los locos, todo el lenguaje que se utiliza para referirse a nosotros y a nuestras experiencias es ajeno, incluso el que se refiere a aquello que sólo nosotros conocemos, como las vivencias de locura, depresión o ansiedad. Son otros quienes les dan nombre, las convierten en diagnósticos, en enfermedades, y así se las apropian, las hacen asuntos de su incumbencia y ya no de la nuestra, dejándonos al margen de las decisiones sobre nuestras propias vidas.
El cuerdismo está en la mirada que arroja sobre nosotros sus ignorancias. La cultura cuerdista en la que vivimos nos hace a todss cuerdistas, incluidss nosotrss, por eso es la base de tantísimas vulneraciones de derechos, incluso de algunos fundamentales, que se siguen produciendo hacia las personas con diversidad mental.
Por ejemplo, se siguen produciendo internamientos involuntarios, detenciones que van en contra del derecho fundamental a la libertad consagrado en la Constitución Española, a pesar de haber sido declarado inconstitucional el artículo de la ley que los permitía. Ante ellos nos debería proteger también la Convención de derechos de personas con discapacidad de la ONU, que insta a los Estados a asegurar que “la existencia de una discapacidad no justifique en ningún caso una privación de la libertad”.
Más grave aún es el uso habitual en las unidades de ingreso psiquiátrico de las llamadas contenciones mecánicas, que en realidad consisten en amarrar a la gente a la cama. Estas no sólo atentan contra el derecho a la libertad, contra la Constitución y la Convención de la ONU, sino que constituyen de modo flagrante actos de tortura, normalizados en los servicios de salud mental hasta el punto de que una de cada cinco asturianas o asturianos que ingresa en ellas se ve sometida a estas formas de trato manicomiales, rechazadas tanto por la OMS como por la ONU.

Desgraciadamente estas formas de maltrato asistencial son reflejo de un modelo de atención que hoy es casi únicamente de contención. Contención mecánica, farmacológica y simbólica que domina también la atención ambulatoria a la salud mental, como consecuencia de una brecha presupuestaria abismal frente a otros sectores de la medicina. Una diferencia determinante reconocida hace ya años por los ministros de salud de la Union Europea.
Todo esto es solo la punta del iceberg. Nuestros derechos se ven vulnerados en casi todos los ámbitos de nuestras vidas: laboral, educativo, vivienda, en las relaciones con nuestros vecinos y a veces con nuestras familias, con los propios profesionales de la salud mental...
Desde nuestro orgullo loco afirmamos que sólo somos enfermss en un sistema entregado al reduccionismo biologicista, al pensamiento casi único que impera en las políticas y en los servicios de salud mental, condicionados por el poder inmenso de la propaganda y de la influencia de uno de los negocios más poderosos que existen a nivel mundial, el de las drogas legales. La propia industria farmamentística reconoce en sus presupuestos que invierte sumas ingentes de dinero en márketing y publicidad, superiores ya a las que dedica a investigación. Su verdadera inversión alimenta a los lobis políticos que deciden las estrategias de las instituciones españolas y europeas, orientan la formación de los profesionales y condicionan los contenidos de los medios de comunicación. Así nos acabamos creyendo que la atención a la salud mental va solo de contener síntomas, aunque con ello se contenga a las personas, se las anule y se evite o impida el planteamiento de soluciones a nuestros auténticos problemas.
Creemos que es necesario volver a pensar la salud mental desde el principio: la atención a nuestras vidas debe tener como base fundamental el conocimiento y aplicación de los derechos de las personas; el trato con humanidad, dignidad y respeto debe estar por delante del tratamiento. Y los tratamientos, en lugar de buscar contener, deben ir encaminados a canalizar; en lugar de provocar la dependencia, como actualmente, deben promover la autonomía. Consideramos que existen ya actualmente una multitud de vías mucho más favorables para ello, como el apoyo mutuo entre pares, el fomento de la participación y la expresión propia, la prescripción social o recomendación de activos en la comunidad...
El movimiento del Orgullo Loco, a semejanza del Orgullo Gay, considera que sentirse orgulloso de la condición de loco o loca, más que terapéutico, puede ser liberador. Para conseguir que la locura sea respetada, es imprescindible abordarla desde su consideración como diversidad, y defender nuestro derecho a ser quienes somos, y como somos. Nos reapropiamos del término locura y nos identificamos como locos y locas para enfrentarnos a la injuria, para contrarrestar su carga peyorativa y combatir la aceptación irreflexiva de ese cuerdismo generalizado que deforma nuestra imagen y nuestra realidad. Que nos limita y nos excluye de nuestra sociedad. Y salimos del armario, bajamos del desván, subimos del sótano y paseamos juntos la calle para reclamar atención social, sanitaria, mediática, política y sobre todo de la comunidad en la que vivimos, de la que queremos y debemos formar parte. De los vecinos con quienes compartimos nuestras vidas. Salimos a la calle para ser vistos, pero también para mirarnos unos a otros y reconocernos, para reunir fuerzas entre todos y trabajar juntos en la transformación de nuestras vidas.

Hasta el día de hoy, 20 de mayo, día del orgullo loco, han venido hablando otros por nosotrss, sin nosotrss: profesionales y técnicos, familiares, políticos, periodistas... Podemos agradecer a quienes han creído hacerlo por nuestro bien; pero es hora de que se escuchen nuestras voces, y que se atienda a nuestros puntos de vista. Visibilizarnos es importante; ser escuchados, imprescindible para recuperar la posibilidad de disfrutar de vidas satisfactorias y alcanzar el reconocimiento de nuestros derechos en igualdad. Los protagonistas de nuestras vidas debemos ser nosotres. Somos locos y locas, pero sabemos lo que queremos: 

NADA SOBRE NOSOTRES SIN NOSOTRES

EL ORGULLO LO CURA





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